Estando el anciano sentado a la puerta de su tienda, en el calor del día, alzó sus ojos y miró. He aquí tres varones que estaban junto a él. Cuando los vio, salió corriendo a recibirlos y se postró en tierra, diciendo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de mi. ¡Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo!
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